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Prólogo

No os asustéis. Esta es una historia secundaria a la que se puede acceder en el menú superior, clicando en "Cliff". Para seguir con todas las actus de Los ídolos, pincha en "La aventura"

Con recelo todos lo aguardaban…
Desconfía hasta de la hierba…
Vigila la retaguardia…
Y entonces ocurrió.
Los bandos se enfrentaron y nadie preguntó por qué…
Los vencedores permanecieron y los perdedores tuvieron que huir…
Y todo se quedó en calma…
¿Por cuánto tiempo?
¿Y los perdedores? ¿Qué sabemos de ellos?
Esos terribles monstruos de tres cabezas…
¿Sabes a caso dónde se exiliaron?
Pueden ser una sombra…
Un hálito…
Una mujer que se topa contigo cruzando la carretera…
Un hombre que te mira entre la multitud…
¿Y si es más que eso?
¿Y si todo se tuerce?
Dos seres diferentes…
Entre ellos, entre los suyos…
Dime, ¿qué pasa?

Cap 7. El principio está cerca (I)

Para A.C.B =)


-No, creo que no- dijo Klever confuso mientras llenaba el depósito.


La chica me miró de arriba abajo.


-¿Ah, no? Pues deberíamos conocernos, entonces- dijo con una radiante sonrisa y apoyándose con el codo en una columna de la gasolinera.


Fruncí los labios para omitir una carcajada.


-Claro, otro día si eso- tosió.


-¿Qué hacéis por aquí?- preguntó la rubia.


-Nada, vamos de paso.


-Pareces cansado, ¿quieres tomar algo en la cafetería?


-No, gracias, ya nos vamos.


¿Qué veía aquella rubia alta y delgada en Klever? Sólo era un chaval normal, ni muy musculoso ni muy alto. Ni siquiera estaba esmirriado, como todos los chicos de las novelas que yo leía. Sus ojos eran verdes, pero nada del otro mundo. Dependiendo de cómo los mirases parecían marrones. Sin embargo ella lo miraba como si estuviese...eh...buenorro. Intenté mirarle de esa forma. No me lo podía creer, estaba pensando que...¿tenía su punto? Ignoré aquella idea, mis hormonas, qué le vamos a hacer.


Él se dio media vuelta y la chica hizo un mohín, decepcionada.


-¿Qué querría esa?- me preguntó cuando ya estábamos lejos.


-¡No me digas que no te has dado cuenta!


-¿De qué?


-Sí, claro, ¡voy a ser yo la que te lo diga!


-¿Te habría reconocido?


-No puede ser que lo preguntes en serio. ¡Vamos, hombre!


-¿Pero de qué hablas?


-Mira, déjalo.


Hay que ser tonto. Anda que no había sido directa ni nada.


Nos internamos en el bosque. Ya me había acostumbrado a tanta maleza, creo que si alzaba el vuelo podría esquivar las hojas de los árboles.


Klev llevaba la moto a rastras, y era mejor, porque el silencio de la noche y de aquel bosque se hubiese mancillado con el estruendo del motor.


Dormimos en una zona bien entrada en la maleza, lejos de rubias y de niñas delatoras. Nos despertó el amanecer, y emprendimos la marcha por aquel mismo bosque.


Tuve que darle unas buenas vueltas al mapa, ¡cómo me hubiese gustado haber invertido aquel dinero para la Nintendo en un GPS! Allí estaba, en pleno siglo veintiuno, guiándome por el bosque a base de brújula y mapas de carreteras.


Me di cuenta durante un momento mientras miraba el mapa de que estábamos muy cerca. Me latió el corazón deprisa, ahí estaba, Er Vaíl Dus Puensants, lo veía en el mapa número 3 como si acabase de aparecer. Nos quedaban...¡apenas unos días de viaje! ¿Qué me esperaría allí? ¿Qué clase de misión había estado siguiendo este tiempo? Se lo conté a Klever, y me dedicó una sonrisa ilusionada. Por lo menos parecía que no estaba haciendo el tonto, que no avanzábamos en vano.


Al mediodía el estómago me rugió. El sol estaba alto y su luz lo abarcaba todo, en aquel día de invierno y brisas frescas.


Pero no me dio tiempo a preocuparme más por mi hambre.
Un hombre apareció caminando lentamente entre los árboles.
Llevaba un arma. Allí, en medio de la nada, era extraño ver a gente.


Klever miró mi cara asustada.


-No pasa nada, es sólo un cazador.


Yo negué con la cabeza. No lo era.


-He visto a ese hombre en la tele, en un documental sobre una investigación del yeti. Es un caza-recompensas.


-¿Y qué piensas?


-Pienso...algunas cosas...vete a preguntarle qué hace aquí. Dile que lo has visto por la tele.


-¿Yo? ¿Por qué?


-No querrás que salga yo. Vamos, tira, gallina.


-Ese apelativo me lo pagas.- dijo, y se acercó al hombre.
Este lo tomó como una amenaza y le apuntó con la pistola. Klever levantó los brazos.


-¡Eh!...vengo en son de paz.


Me entraron ganas de descojonarme allí mismo.
El hombre bajó el arma.


-Ah, lo siento chico, pensaba que eras un animal o algo. ¿Qué haces por aquí?


-Vivo cerca, y, paseando le he visto. Para mí es usted una auténtica eminencia, su participación en el documental del yeti fue toda una hazaña. En casa le tenemos como un héroe. -Ummm, al chico se le daba bien, me lo estaba creyendo hasta yo.-Me preguntaba...qué haría aquí, si está haciendo otra investigación.


-Bueno, chaval, me alegro de que te intereses. La verdad es que es muy interesante, de repente, algunas personas dicen haber visto ángeles en el cielo- Klever palideció, y se dio cuenta de mis sospechas y de por qué le había dicho que hablase con aquel hombre.-y todo el mundo se ha vuelto como loco por buscarlos. En Galicia, en Andalucía...parece que todo el mundo se ha puesto de acuerdo para volverse majara. El caso es que dicen que se esconden en los bosques, así que aquí estoy, intentando encontrar al famoso ángel o al artefacto que se le parezca y haya estado causando falsas ilusiones en las cabezas de la gente. Dan un buena recompensa por esas cosas, ¿sabes?


-Eso es...impresionante, señor.- Dijo Klever y se dio la vuelta, con la cara descompuesta.


-¿Cómo puede ser que nos pillen en todos lados?- me preguntó cuando estaba a mi lado y el hombre se había alejado.


-Piensa, Klever. Yo no he pasado por Galicia ni por Andalucía. Han sido otros “ángeles”. Creo que se dirigen al mismo lugar que nosotros, ¿te das cuenta?

Cap. 6 (II) WANTED (II)

Cap 6. (II) WANTED (II)


Parte dos de la parte dos del capítulo seis:


Klever se quedó estupefacto. No había tantos carteles suyos porque seguramente pensarían que los encapuchados lo habían matado a él también.
Apoyé mi mejilla en su espalda. Imaginé a mi madre llorando mi pérdida, sin darse por vencida aunque a estas alturas todo el mundo pensase que estaba muerta. Echándose la culpa de todo. Gastando tal vez dinero que no tenía en mi búsqueda.


Klever me miró varias veces, debajo de su casco, dudando en si parar la moto por si me pasaba algo. Negué con la cabeza y la erguí. Vi de lejos a la policía en la carretera que seguíamos. Parecían estar poniendo una multa.


-¡Por allí!- grité señalando una carretera que nacía un poco más adelante, muy oportuna.


Klever giró estrepitosamente. No pensaba que los policías nos reconociesen, en marcha era difícil, pero a lo mejor nos paraban porque yo no llevaba casco. Entonces nos reconocerían.


La carretera llegaba a un parque, en medio de otras dos carreteras.


-Mejor aparco la moto, por si hay más policías por ahí.


Llegamos al aparcamiento próximo al parque y dejamos la moto. Bajamos.


-¿Cómo vamos a atravesar la ciudad?- pregunté


-Con otro casco- sugirió.


-Bah, nos pararían igual por no tener dieciocho años.


-Pues esperemos a que se vayan.


Nos sentamos en un banco del parque, desde dónde podíamos vijilar la moto.
Había estado toda la noche viajando, estaba exhausta. Por el modo en el que Klever se adormilaba en el respaldo, parecía que también.


-Ciudades-dijo con tono despectivo.


Yo miraba un árbol con mi foto.


-No te preocupes, no sales tan mal.


-Ja ja-dije sarcástica- Estás celoso por que a ti no te busca nadie- Ups, temí haberle hecho daño.


-¿Ah, no? ¿Y qué es eso?- preguntó señalando otro árbol con la cabeza. Allí había un cartelito con su cara sonriente.


-Es verdad. Ummm...es demasiado arriesgado. Tendré que cortarte el pelo para que nadie te relacione con ésa foto.


-¡Ni pensarlo! ¡No! ¡Nadie va a verla, si es sólo un cartel en toda la ciudad!


-Lo que decía yo- hablé sonriente.- Eh, mira si hay más fotos- dije dejando el tono de sorna.


El chico siguió mi mirada. Efectivamente, había otra persona desaparecida. Era una niña de unos doce años, pelirroja. En el cartel ponía que se llamaba Susana.


-Debe ser que les gusta colgar a los desaparecidos en éste parque.


-Debe ser.- Me levanté y disimuladamente, sin que nadie me viese, arranqué todos los carteles con mi foto y la de Klever. Luego los tiré a una papelera y me volví a sentar descansando la cabeza en el hombro de mi amigo. Olía bien.


Lo miré y me miraba. Cerré los ojos, volví la cabeza y dormité. Klever hizo lo mismo y nos adormilamos apoyados el uno en el otro.


Yo no estaba dormida del todo, así que percibí unos pasitos que se acercaban a nosotros. Abrí los ojos lentamente. Era una niña pequeñita y risueña que me miraba fijamente. Le sonreí.


-¡Mira mamá, es la chica de la foto!- dijo señalándome.


Abrí los ojos como un resorte. Encontré a su madre, que no le hacía caso. De momento. Sacudí a Klever. Le tapé la boca porque iba a empezar a balbucear palabras de confusión.


-Levántate y camina de espaldas- le urgí.


Le solté la boca y le agarré del brazo para darle la vuelta y conducirlo hacia la moto.


-¿Qué pasa?- susurró en el camino.


-Niña, foto, madre, no mires.


La niá volvió a aclamar a su madre. La madre resignada la obedeció y me inspeccionó con la mirada. Parecía entonces disuadir a su hija, y suspiré aliviada.


Montamos en la moto. Al arrancar, una ráfaga de viento me quitó la capucha.


-¡Dios! ¡Oh, dios! ¡Es ella! ¡Policía! ¡La niña! ¡La están raptando! ¡Se la llevan! ¡Policía! -gritó la madre.


-¡Corre!- le dije a Klever.


La moto salió disparada y conseguí como pude sacar una mano de la cintura del chico para ponerme la capucha de nuevo.
La madre histérica quedó atrás.


-Vale, ya no nos quedamos más aquí. Hoy salimos de ésta dichosa ciudad- dijo acelerando- Ahora yo te rapto, ¿no? ¡Oh, dios, policía, se la llevan!- dijo imitando el tono de la mujer-Si supiese...


Me carcajeé.


-Si supiese le daría un patatús o algo. Ah, y entiendo que quieras salir de aquí, pero ve más rápido y nos quedamos sin gasolina.


Comprobó el indicador.


-Malditas ciudades.- dijo con fingida mala leche.


No aminoró la velocidad, y salimos de la ciudad al anocher en un viaje sin incidentes. Sin policías. Yo había estado descansando en la espalda de mi compañero. Me pregunté como se dominaba tan bien en la ciudad con la moto, y me explicó cómo le había birlado la moto a su hermano varias veces. Al hablar de Javier se enntristeció y le abracé más fuerte la cintura para consolarle.


Al salir de la ciudad empezaron a otra vez a aparecer los árboles. Según mi mapa íbamos bien. Era de noche, y buscábamos un lugar para dormir. La moto se quedó sin gasolina, como tantas veces en el viaje, y paramos en una pequeña gasolinera a repostar. Con aquello nos fundíamos todo el dinero traído, pero era lo que quería.


Una chica rubia que también echaba gasolina a un descapotable rojo, se acercó a Klever.


-Hola, perdona, ¿no te conozco?- le preguntó.


Final del capi ;) Hilo sobre el blog en el foro de lgg ^^

Cap 6.(II) WANTED

Primera parte de la segunda parte del capítulo seis:


Pasó una semana. Klever y yo anduvimos por los bosques, para él cada vez más fríos. Avanzábamos hacia el norte.
Tenía bastante maña con la moto, así que viajamos de noche para que yo pudiese también volar. 
Dormíamos al raso, lejos el uno del otro porque el chico ya tenía bastante frío de por sí. 
Caminábamos cerca de un río, para poder beber, asearnos, lavar la ropa... La comida era otro cantar. Cuando la que trajo Klever acabó, robamos una poca de algunos pueblos, pasamos días enteros a base de frutas silvestres o intentamos asar peces del río.


De todas formas, todo era más divertido con compañía.


Nos dirijíamos ahora a una ciudad. Debíamos atravesarla, ya que rodearla nos llevaría mucho tiempo.
Era la única ciudad con la que me había topado en todo el viaje, excepto de la que salí. Sospechaba que después de unos 12 días desaparecida la noticia ya se habría extendido bastante. Tendríamos que ser rápidos y discretos. Y de volar, ni hablar, estaba claro, las luces y la gente me descubrirían incluso de noche.


Llegamos por la noche a una carretera que entraba en la ciudad. Salimos de en medio del bosque, y allí estaba. 


-Será mejor que vayamos en moto- habló Klever.


-Sí.


Me monté detrás de él y lo cogí por la cintura. Pensaba que iba a arrancar, pero se quitó el casco y se giró para ponermelo. Un bueno gesto, pero sólo había un casco y él lo necesitaba más que yo. Lo rechacé, y me negué a llevarlo. El chico sacudió la cabeza con un suspiro resignado, se lo puso y arrancó.


Me había acomodado bien la capa y la capucha para que no se viese nada con el viento. Me agarré fuerte, no porque temiese caer, si no porque se estaba bien así. Recordé que a Klever le desagradaba mi contacto.


-¿Te molesto?- pregunté.


-No, creo que ya me he acostumbrado- dijo con una sonrisa complacida.


Empezamos a ver fábricas y más tarde edificios. El bosque que estaba a nuestro lado se perdió. Entrábamos en la ciudad. Los edificios se agolparon más entre ellos, y la gente por las calles se multiplicó. Para mi disgusto, se hizo de día. Y para mi horror, las farolas, los muros, las casas y toda cosa que no se moviese estaba empapelada de carteles con mi foto.

Cap 6. ¡Bienvenido a la aventura!

Ésta entrada es para Isu W.H, una nueva seguidora :) ¡Cuánto llevo sin actualizar! Exámenes...

Corríamos y saltábamos. Me adelanté e impulsé la carrera con las alas, sintiéndome muy libre.

-Eh, ya, vale-dijo Klever entre jadeos- Yo no tengo alas, ¿recuerdas?

Sonreí, y retrocedí sin muchas ganas.

-Vamos, vamos. Por cierto, ¿por qué hemos salido corriendo?

-Los servicios sociales venían a buscarme.

-Perfecto, ahora nos buscan a los dos.

-Puedo ir contigo, ¿verdad? Aunque no sé cómo vas a poder viajar volando con el paso que llevo yo…

-Ya lo pensaremos. De momento intenta tener un “paso”, por lo menos.

-Cómo mandes.

Andamos entre los árboles. Saqué los mapas y dicté una dirección. Pasado un tiempo, me di cuenta de la expresión torturada en el rostro del chico. Supe en qué estaba pensando, e intenté distraerle.

-¿Conoces ésta zona?- pregunté. No se me ocurría nada más.

-Creo que sí, de hecho, aquí también hay una feria. Hacen fiestas por la llegada de la nieve, aunque la de éste pueblo suele ser una feria tradicional, no medieval.

-Ajá.

Desesperación. Pobre Klever. ¿Aparecía ya la feria o tenía que preguntar alguna otra sandez?

Como salvada por la campana, salimos de entre los árboles para encontrarnos en otro pueblo de casas bajas. Consulté el mapa y verifiqué que era una de las paradas. De todas formas no podíamos estar mucho allí si los servicios sociales empezaban a buscar. Ahora que la noticia de mi desaparición había salido por televisión, opté por ponerme la capucha y tapar el pelo castaño que me podría identificar. Dije a Klever que se pusiese también la capucha de su sudadera.

No tardamos en escuchar la música de la fiesta próxima. Llegamos a una gran explanada cubierta por puestos de tejados cónicos, rojos y blancos, y atracciones.

Puestos de manzanas de caramelo, de algodón de azúcar, un tío vivo, el clásico “saltamontes”…Y niños tirando de sus padres por todos lados. Mucha gente que me agobiaba, no tanto como en la anterior feria, ya que está estaba en un lugar mucho más espacioso. La música era repetitiva y estridente.
Sin embargo, a Klever parecía gustarle el ambiente. Le recordé que no se dejase ver demasiado, y empezamos a andar entre las tiendecitas.

Me paré en una estancia en la que te daban un premio si acertabas al centro de una diana. La diana era traicionera, y se movía. Me pareció extremadamente fácil. Más sencillo de lo que lo hubiese creído normalmente. Saqué una moneda de euro del monedero.

-Adriana eso es un engañabobos, ¿no ves el tío que está detrás moviendo la diana?

Me encogí de hombros.

-¿Qué dan si acierto al centro?

-Peluches de la banda del medio, si aciertas cinco veces seguidas una moto de ésas de ahí, sí, la pequeña.

Señaló una moto pequeñita que se exponía en un pedestal lleno de luces.

-Deme cinco.- el señor sonrió.

-¡Adriana! No tiene sentido, nadie ha conseguido la moto porque ¡éstos tipos no son estúpidos!

Lo ignoré y apunté a la diana con el dardo en la mano. Era muy fácil. Muy, muy fácil. De repente, mi vista era aguda y precisa. Por mucho que el tipo que había detrás de la diana se empeñase en evitarlo, el dardo llegó limpiamente al centro. La gente que paseaba por allí me miró asombrada. Los dos tipos del puesto empezaron a sudar.

-¡Para que vean que no es imposible ganar!-intentó sacarle provecho el hombre- Bien, niña, uno de los peluches ¿entonces?

-No, voy a por la moto.-la gente que estaba alrededor del puesto me victoreó.

El dardo llegó otra vez al centro de la diana, mi vista calculaba la trayectoria de modo infalible.

-¡Eh, no, espera! ¡Aquí no se permiten profesionales!

-No lo soy- dije, y otro dardo atravesó el centro de la diana.

La gente era ya una gran multitud, que se había quedado muda para dejar que me concentre. Me agobiaban, pero eso no interfirió cuando el cuarto y penúltimo dardo se clavó en el centro de la diana otra vez.

Los hombres se miraron preocupados. La moto no era un modelo especialmente barato, el novio de mi prima fue mecánico y gracias a eso yo sabía algunas marcas de vehículos. Cogí el dardo y se hincó en eje de la diana, con la banda sonora de aplausos y aclamaciones. Sonreí satisfecha. Los hombres parecían pensar en si deberían huir con el tenderete. No, demasiados testigos. Me daba algo de pena que aquellos pobres hombres perdiesen el primer premio de su timo, pero Klever necesitaba transporte. Éste último se había quedado mudo y me miraba con los ojos como platos.

-La moto- exigí. Los hombres me la dieron, y comprobé que funcionase. Les dije que tenía dieciocho años para que no tuviera que llamar a mis padres para recoger la moto. Eso habría sido extraño.

-¡Madre mía Adriana! ¿Cómo lo has hecho?- Exclamó Klever.

-Toma, para ti.-dije tendiéndole la moto.

-¿Qué?

-La necesitas, así podrás ir a mi ritmo.

-No, es tuya.

-Yo no la quiero, Klever. Es una regalo de bienvenida ¡Bienvenido a la aventura!

Sonreímos.

-Gracias- dijo, y me abrazó con un beso en la mejilla.

Salimos de la feria con el premio entre las manos, y nos adentramos de nuevo en el bosque, como indicaba el mapa.

Cap 5. Dejar atrás (II)

Llegué hasta Adriana, que palmeó la escalera para indicar que me sentase a su lado. Cómo no decía nada, pregunté;

-¿Qué vas a hacer?

-Ni idea- respondió solamente.

Tengo que admitir que eso me reconfortó. No pude evitar pensar en lo que había pasado… ¿qué era ella? ¿Un ángel? Apoyé la espalda en la puerta con un resoplido de cansancio.

-Has salvado a esos niños. Hemos escapado.

-Hemos huido, huir es de cobardes.

-Es más sano

Adriana sonrió y se recostó en la puerta también. Yo tenía tantas preguntas, pero no pensaba ni mencionarlas ahora. Me giré hacia ella y la abracé. Corrientes frías embistieron mi cuerpo, pero me fue muy fácil ignorarlas.

Ella me abrazó también y reposó la mejilla en mi hombro. Así nos quedamos, juntos, un buen rato. Yo estaba en el cielo. Me hubiese gustado leerle la mente a ella. Estuve a punto de decir una barbaridad <<Sois amigos, Klever, ya te basta>> Sí, al fin y al cabo ella era un ángel, o una divinidad, o algo así.

Ella se separó en cuanto notó que yo tiritaba violentamente. Regañé interiormente a mis expresiones corporales por no obedecerme. Su contacto era tan sólo un poco más cálido que el hielo, pero eso no me había importado. Además, al pasarle los brazos por la espalda descubrí que las alas estaban muchísimo más frías, y que se me escarchaban los dedos incluso aunque las cubriesen la capa.
Pero noté más frío cuando se separó de mí que cuando estaba pegado a ella.

-Supongo que tenemos que hablar- dijo levantándose

-Sólo si tú quieres- dije yo, y era cierto, sólo quería que me revelase lo que me quisiese revelar.

-Sí, pero dentro. O morirás de hipotermia- dijo haciendo una mueca.

Abrí la puerta, y no voy a negar que no me confortara la calidez del sistema de calefacción (que pagaban mis tíos, ahora que mi hermano no estaba). Cerró la puerta tras de sí. Tomó aire.

-No preguntes, porque no sé lo que soy. Hace menos de una semana…

Me contó brevemente lo que le había pasado, la misión, el viaje, y me explicó que había muchas cosas con las que estaba tan desconcertada como yo, la voz que le dijo dónde debía ir, los hombres encapuchados, ella misma…

-Wow, y yo estaba apenado por mi hermano. Tú has dejado a tu familia, a tu casa…- su cara me dijo que no le gustaba nada que se lo recordasen- Emm- miré el reloj- Va a empezar el telediario, quiero ver si hablan de Javier-puse la tele bajita. Sabía de sobra que no dirían nada de él, pero era por hacer algo, me sentía impotente. Adriana tampoco le prestaba atención, se sumía en pensamientos que creo que tenían que ver con lo que antes le había mencionado, porque estaba sombría.

-Y ahora tienes esa misión-continué yo, ¿sabes ya lo que vas a hacer?

Adriana asintió. Yo no me lo esperaba

-Quiero continuarla. Hoy mismo.

No, no me lo esperaba. Hace unos momentos no lo sabía, y ahora se iba a ir. Perfecto, Klever, perfecto.

Asentí y miré la televisión, aparentemente indiferente.

-Me gustaría que vinieses conmigo- la miré inmediatamente seguramente con los ojos como platos y parecía que se maldecía a sí misma por decir algo que se le había escapado sin querer. Escuché algo en la televisión que me hizo volverme - Ems, no debería haber…

Debió parar cuando vio mi expresión. Gritó una voz dentro de mí, aunque mi voz real no pudiese pronunciar sonido alguno. Adriana siguió mi mirada y vio el cartel de un bar en la televisión <<Plaza de Almena>> Acto seguido un hombre, amigo de mi hermano y que yo conocía, dijo <<Vinieron unos tíos con capas negras, pretendían matarnos, y Javier luchó contra ellos y nos dijo que escapásemos. Yo no lo hice, pero inmediatamente un tipo raro de ésos lo atravesó con la espada, recogió el cuerpo de Javier, y yo huí a llamara a la policía>>

No sé que expresión tomó mi cara. Incredulidad, terror. No sé. Con la mano temblando cogí el móvil e hice un esfuerzo por marcar el número de la policía.

-¿Qué le ha pasado a mi hermano?- dije con una voz de pito involuntaria.

-Oh, lo siento chico. No pude llamarte. Ha fallecido. Te enteraste por los medios ¿no? Creemos que ha sido un asesinato, pero no nos tragamos la historia ésa de los encapuchados. Pudo ser uno de los amigos de tu hermano. No hay ni rastro del cuerpo. Tú, tranquilo ¿vale? Estás seguro. Los servicios sociales y la policía ya van a buscarte, no dejaremos que corras la misma…

Colgué. Yo sí me creía lo de los encapuchados.

-Vámonos.- dije levantándome de un salto y secándome las lágrimas que me corrían por las mejillas.

-¿Qué? ¿A dónde?- preguntó Adriana, que tenía un rostro apenado, más por compasión que por otra cosa.

-A esa…misión a la que ibas, rápido.

Adriana me miró extrañada, pero se puso de pie. Cogimos provisiones, ropa y su bandolera apresuradamente, y abandonamos la casa. Ya corríamos por el bosque trasero de la casa cuando llegaron los coches de los servicios sociales y la invadieron, sin encontrar nadie en su interior. No tardarían en buscar por allí, aceleramos el paso.

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Olé. EStA eNtRaDa Me La DeDicO a MÍIIIII pOrQuE hoY eS Mi cUmPLe!!!!!!!
Yupiiiii!!! J J J Hasta pronto!! PD: He hecho nuevas páginas, pasaros si eso ;)

Cap 5. Dejar atrás

Tercera persona:


Adriana aterrizó, intentando no darse contra un árbol. Soltó a los niños, que jadeaban por falta de aire.

Klever casi se congelaba entero con el contacto de la chica. Cuando corrían entre la gente y cuando le dio la mano en la mano y empezó a volar. Los niños en brazos de Adriana tiritaban, pero tampoco se habían quejado.

Los niños miraron a Adri, asustados. Una niña se atrevió a decir <<gracias>> y otra se susurró a ésta <<es un hada>>, el niño restante dijo bajito, estremeciéndose <<pero está muy fría>>. No despegaron los ojos de la chica.

-La mejor forma que tenéis de agradecérmelo es no contárselo a nadie. Será nuestro secreto-dijo poniéndose a su altura y guiñando un ojo- Nunca os encontrasteis conmigo ni con esos hombres, y os aseguro que no los vais a volver a ver. No os preocupéis.

Los niños asintieron. La miraron con ojos repletos de fascinación.
Ella no podía estar segura de eso. Pero notaba que esa presencia tenebrosa y esa sensación de peligro inminente habían desaparecido. Sabía que si volvía al callejón no estarían allí, pero tenía unas ganas de encontrárselos y patearles… ¿Quiénes eran aquellos siniestros psicópatas? El contacto con la criatura le había resultado familiar…porque era frío…como ella. Sacudió la cabeza.

-Sabéis volver desde aquí ¿no?- preguntó

Los niños volvieron a asentir, pero no se movieron del sitio. El niño quería preguntarle si vivía en un reino de criaturas de cuentos de hadas, la niña si la volverían a ver y la otra niña si tenía poderes. Miraron a Klever, él era un vecino conocido del pueblo. Pero parecía tan conmocionado y fascinado como ellos.

Adriana se dio la vuelta, replegó las alas y las cubrió con la capa. Empezó a andar. Los niños se miraron, dudando si ir tras ella. Adriana en un par de pasos se fundió en la espesura y los dejó allí clavados. Klever también había dudado. Ahora que sabía ESO, ¿quería Adriana que él fuese con ella?, ¿acababa de irse para volver a emprender su viaje?, ¿iban las palabras que dijo a los niños también dirigidas a él?

Finalmente, titubeó y se volvió hacia el camino que llevaba al pueblo, y luego corrió hacia los árboles por los que había desaparecido Adriana, esperando, deseando encontrarla.

Si ella quería, echaba a volar y lo dejaba atrás, para siempre.

Los niños se quedaron solos.

-Acaba de marcharse…un hada- dijo el niño.

-No, en realidad nunca nos hemos encontrado con nadie-dijo la niña con una sonrisa.

-Tienes razón-dijeron el niño y la niña sonriendo también, y volvieron juntos al pueblo.


Adriana caminaba decidida por el bosque. Decidida… ¿hacia dónde? ¿Debía abandonar a Klever ahora que él sabía ESO?¿Debía continuar en ese momento su misión? ¿Debía perseguir a los encapuchados? Ahora que se habían esfumado, sentía que su misión volvía a ser lo principal. Llevaba ya un rato andando, y temió haberse perdido. Siempre podía volar y analizar su situación, así que siguió andando. Y medio minuto después llegó a dónde le había llevado… ¿la razón?, ¿el instinto?, ¿el deber? O ¿el…corazón?

Klever anduvo por el bosque siguiendo los movimientos de las hojas, las ondas de viento, el olor…
Lo mismo podía estar siguiendo a Adriana que a un cervatillo.
Más tarde los árboles, el terreno, le resultó más familiar. Ya sabiendo dónde estaba, pensó que era allí dónde él solito se había dirigido. Salió de la espesura y vio su casa… y a Adriana sentada en las escaleras que daban a la puerta.


Una zarpa soltó su corazón, y Klever sonrió profundamente. Tal vez Adriana estuviese allí sólo para despedirse, pero estaba allí. Al chico le había horrorizado más de lo que pensaba la idea de perder a Adriana.


Otra entrada para JustLau
Vale, dije éste capítulo ya estaría en primera persona pero no, está en tercera, y ¡la siguiente entrada será contada por Klever! (En color azul)
PD: Sólo 4 diítas para mi cumple guo-o-ó

Cap 4. Javier y la feria (III)

El primer pensamiento de Klever fue “Madre mía, que sádico” luego “¿Qué…qué es esto?” y luego “¡Adriana que haces!”  Aunque, él no se atrevía a moverse del sitio. Se había quedado clavado en el suelo, dónde Adriana le había soltado la mano, y no tenía ni idea de lo que estaba pasando.

Ahora ella corría hacia las cuatro figuras, sin haber titubeado un solo instante. Las cuatro figuras parecían querer arrebatarles la vida a ésos niños, y avanzaban hacia ellos con espadas, menos uno, que iba desarmado.

Adriana agarró bruscamente el hombro de uno de los hombres, contacto que le resultó estremecedor y repugnante y cuando se giró le pegó un puñetazo en la cara. El puño apenas le dolió, aunque la piel del hombre pareció de dureza extraordinaria.

Adriana sonrió para sí. Retrocedió varios pasos hasta casi encontrarse otra vez con Klever. Los demás hombres la persiguieron enfurecidos, con las afiladas espadas en mano. Entonces ocurrió algo que dejó de piedra a Klever y a los tres niños, y que sorprendió a los hombres, que iban cubiertos en capas negras.

Adriana cogió la mano de Klever, le susurró <<agárrate>> y desplegó las alas. Los hombres titubearon levemente, y, alejándose de Adriana, corrieron hacia sus jóvenes presas. Adriana batió sus majestuosas alas y se alzó unos metros en el aire, por encima de las cabezas de los encapuchados.

Apretaba la mano de Klever con demasiada fuerza, aunque ella no lo sabía, y él no osó quejarse. Avanzó por encima de los hombres y aterrizó bajando elegantemente ante los niños, fascinados. Mientras los cogía a todos en brazos uno de los hombres sacó una pistola.

Apuntó a Adriana, que protegió a todos envolviéndolos con las alas. Klever no puedo reprimir un <<¡NO!>> antes de que la bala cayese a sus pies, sin poder dañar las irrompibles alas de su amiga, que no tenía ni idea de que pudiese hacer eso, que se sorprendió gratamente, pero que no tenía demasiado tiempo para pensar en ello. El hombre que la había disparado era único de los cuatro que no poseía espada. Pero esas espadas poseían algún tipo de fuerza maligna y repugnante que no iba a permitir que la tocase. Batió las alas alzándose en el aire, alejando a los niños y a Klever de aquellos seres. Los desconocidos se quedaron en el suelo, dudando. Ella voló lo más rápido que pudo hacia el bosque.

Tenía ganas de volver, aquellos quiénes eran peligrosos, ella debía…suprimirlos. Pero la prioridad para ella ahora eran los niños que sujetaba con esfuerzo, ya que apenas le cabían en los brazos, y que se agarraban a ella para no caerse. Menos mal que eran niños. Se dirigió hacia dónde no había gente que pudiese verla volar o aterrizar, por mucho que le desagradase el denso bosque que ante ella se erigía.

No escuchó la conversación que se mantenía a sus espaldas.

-¿Eso era un ídolo?-dijo un hombre de ojos bicolores.

-Ya ves, esos bichos están en todos lados.-dijo el más peligroso de los hombres.

-¿No lo perseguimos?-preguntó el hombre de ojos bicolores

-No. No debemos llamar la atención. Debemos pasar desapercibidos.

-Como la sombra de la muerte- dijo el más joven, el portador de la pistola.

-¡Ja! De no ser por nosotros estarían todos muertos. Y tú, se más consciente la próxima vez, o no habrá próxima, recuerda que estás lleno de vida.

El joven asintió intimidado.

Luego habló otra vez el hombre que había hablado primero.

-Esas vidas tan jóvenes le hubiesen llenado bastante.

-Hay más- dijo encogiéndose de hombros el que había hablado segundo.

-No tienen ni idea, ni idea…- dijo el hombre de los ojos extraños, sacudiendo la cabeza.

Cap 4. Javier y la feria (II)

Klever ya se había levantado nada más salir el sol. Contemplaba como la claridad alumbraba el rostro de Adriana, al que no parecía importarle.

Se escuchaba muy baja la televisión, el telediario, para ser más precisos, El chico lo ponía por si salía algo sobre su hermano, aunque casi prefería que no le pasase nada tan grave como para salir en televisión.

Los ojos de Adriana se abrieron lentamente y Klever desvió los ojos rápidamente al telediario casi inaudible. Adriana se frotó los ojos y siguió la mirada del chico.

-¿Por Javier?- preguntó
-Sip
-No se escucha
-Era para no despertarte-dijo su amigo mientras subía el volumen.

Adriana seguía teniendo una sensación de peligro. Pero ni le daba miedo, ni quería huir.

-Hoy hay una feria medieval en el pueblo. Es muy bonita. Mucho decorado, y no la quitan por la nieve. Al menos, tu inseparable capa no desentonaría- dijo Klever.

Adriana no respondió.

-Me lo estoy pensando-dijo luego. Tenía la cabeza en otra parte.

Se quedaron así un rato. Él miraba las imágenes casi sin verlas, sentado en el apoyabrazos, y ella escuchaba tumbada mientras miraba el techo, aparentemente pensativa.

De repente ocurrió algo que los sacó de su estado. La televisión. Pero no era por Javier.

La presentadora de las noticias empezó a escupir las siguientes palabras: <<Ha desaparecido una joven en el distrito de Lodske. Su nombre es Adriana Medpie y sus padres dicen haberla visto…>>

Adriana se había apresurado a levantarse del sofá de un salto y apagar la televisión.
Por lo menos no les había dado tiempo a sacar imágenes. Había apagado el aparato poco antes de que la presentadora acabase con el titular.

Dirigió una mirada a su compañero.

-¿Sabes? Podría ser una buena idea lo de la feria- dijo Adriana.

-Esa…esa…-empezó Klever
-¡No!
-Entonces… ¿por qué la has apagado?
-Porque ibas a pensar que era yo- Adriana volvió a pensar que mentía de pena.
-Pues es lo que pienso, no te ha salido muy bien.
-Esa no era yo, me crees, o no me crees.
-Te creo-lo dijo para complacer a la chica, aunque en realidad no la creía del todo. Al fin y al cabo, los dos mentían.- Entonces, ¿quieres ir a la feria?

Asintió. Quería hacer algo, por lo menos. Los dos se ducharon (Adriana se acordó de llevar la capa al servicio), se vistieron, asearon y esas cosas mundanamente normales.

Salieron de la casa. Klever guió a Adriana a través de los árboles y más tarde, a través de calles y callejones de un pueblo de rurales casas bajas,  con los tejados nevados y las flores de los balcones escarchadas.
A Adriana se le hubiese antojado precioso si no sintiese que se acercaba cada vez más a aquello fuese-lo-que-fuese que hacía que se le erizasen las plumas de las alas, pero de lo que no podía huir, si no todo lo contrario. Estos pensamientos se le hicieron muy confusos. Ahora sentía que esa era su misión, que tenía que proteger, algo. Sacudió la cabeza. No se entendía ni a ella misma.

Y cuando pensaba que e-s-o estaba justo encima de ella, desembocaron en una ancha calle llena de gente.

-¡Hemos llegado!- dijo Klever, intentando comprender por qué su amiga oteaba el horizonte como un gato a punto de atacar.

A Adriana no le gustó demasiado el lugar. La agobiaba. No era del todo consciente de ello, pero le preocupaba tener dificultades para desplegar las alas y volar en caso de necesidad. Lo mismo le pasaba con los bosques.

-Es muy bonito- dijo Adriana, forzando una sonrisa. No era del todo mentira, otra cosa es que se sintiese o no a gusto. En lo que influían muchos factores. Le latía frenético el corazón. Pero no tenía miedo, al menos, no por ella.

Cogió la mano de Klever y empezó a correr entre la gente, dónde la llevaba el instinto.
Klever no entendía nada. Tras un rato de empujones y pisotones agradeció adentrarse en lugares con menos gente. Adriana lo guió por calles cada vez más despobladas, ya que mucha gente estaba en la feria. No tenía ni idea de lo que se proponía, pero no iba a pararla. Cuando estaban más cerca de su destino, se oyó un grito. Klever tragó saliva y Adriana corrió más rápido.

Llegaron a un callejón sin salida. Había allí cuatro figuras con capas de color negro que sostenían unas espadas apuntando a los cuellos de tres niños normales y aterrorizados.


Continuaré pronto, no temáis ;) (Cómo me lo creo ^^)


Otra entrada para JustLau, ^u^ 
PD: Sólo 6 díitas para mi cumple *o* (Sí, cumplo en halloween, muajajaja)
Por cierto, esta entrada está en tercera persona, el color de la letra es verde por eso (después de éste capi ya vuelvo a la primera persona)

Cap 4. Javier y la feria

-¡Me estoy vistiendo! – Grité, aunque ya estaba vestida.

Inmediatamente la puerta se cerró. ¿Había visto algo? ¿Había visto mis alas?

-Lo-lo-lo siento- escuché al otro lado- Yo no…sabía, sólo quería despertarte porque ya es de noche, me quedé dormido, debería haber llamado a…

-No pasa nada- le corté- Me desperté y usé la ducha, espero que no te importe, no quería despertarte-comenté mientras me acomodaba la capa.

-No…no, claro, no importa.

Abrí la puerta, ya con la bandolera puesta.

-¿Te vas a ir? ¿De noche?

-Sí. Muchas gracias por todo.

-Pero, Adriana, está nevando y hay ventisca. Hace mucho frío fuera

-Siempre hace algo de frío por aquí. – <<Y lo prefiero a ir de día, andando>>, pensé

-¿A dónde vas?- preguntó.

-Aaaal instituto- alzó una ceja. ¡Pero qué…! ¡Qué mal se me daba mentir! ¿No podía haberme nacido algo de inteligencia a juego con las alas? ¡Por pura supervivencia, que con algo tan grande y evidente a la espalda iba a tener que mentir un montón!- ¿Y tú? ¿Dónde están tus padres?- Contraataqué

-Mis padres no me cuidan. Me tutela mi hermano mayor ¿dónde están los tuyos?

-¿Y dónde está tu hermano mayor, a ver?- Pregunté sin responder a su pregunta.

-No lo sé- dijo a media voz

-¿Eh?

-No lo sé. Lleva dos días sin aparecer por casa. 

-No tenía ni idea, ¿Lo has llamado?- <<qué pregunta tan estúpida>>> pensé inmediatamente.

-Lo he llamado, la policía está al tanto. Pero lo único que puedo hacer es quedarme a esperar que entre por la puerta. Bueno...eh...no quería entretenerte.


-No, no ¿y no sabes dónde puede estar?

-Mi hermano…Javier…ya ha terminado la carrera y trabaja, pero nunca se ha ausentado dos días sin avisarme, sin tener operativo el móvil. Muchas veces quedaba con sus amigos en un bar …¿Plaza Aduela? Algo así, no sé. Me llamaba y me lo decía, no estaba mucho tiempo. Nada más.

-¿Por qué no me lo habías contado?

-En el fondo no tiene importancia. Todo el mundo piensa que andará por ahí borracho y que un día entrará por la puerta como si nada. Es lo que quiero pensar, aunque Javier no sea así.

¡Ala! Y yo que pensaba mangarle algo de la nevera… ¿y ahora qué? No me podía ir y dejarlo haciéndose ideas cada vez peores, tal vez podía quedarme hasta que volviera su hermano. ¿Y si tardaba mucho? Otro tema de supervivencia; ¿no podían haberme quitado las alas unos pocos de escrúpulos?

Me senté a su lado.

-Seguro que está bien

-Si, son sólo dos días. Y además, he hecho que te sientes.

Reí.

-Sí, funciona.

Sonrió. Bien

-Sinceramente, no creo que sea el mejor momento para salir.- dijo mirando la ventisca por la ventana y frunciendo los labios.

-Yo tampoco- contesté. La ventisca me importaba un comino, el frío no parecía afectarme (¿cosa de las alas? Punto para ellas) y mis alas podrían contra el viento. Pero no le iba a decir que me quedaba por <<pena>>.

--Un poco más tarde—

-¡Mecachis! Me he desvelado- dije al comprobar que no podía volver a conciliar el sueño- Y eso que siento como si se me hubiese caído un edificio encima.

-¿Quieres que ponga la tele?

-¿A éstas horas? Como no quieras ver tv-calls… ¿Llamamos otra vez a la policía?- sugerí.

-Buena idea- dijo cogiendo el móvil

Marcó, preguntó por Javier y su cara me dijo de antemano que no había novedades.

-Nada. Además, ha estado un poco brusco, creo que le he despertado.- tras unos momentos- Tengo un ordenador. ¿Te apetece? Te puedo dar mi facebook, mi tuenti…, ya sabes, ésas cosas normales.

<<Sí, yo también me siento poco normal últimamente>> pensé.

-Normalidad. Perfecto- dije con una sonrisa que me salió un poco cansada.

Bajó un ordenador del piso de arriba. Me enseñó su facebook, perfil de hotmail y de un foro en el que coincidíamos. Yo le enseñé mis blogs, también. Estuvimos hablando de libros ya que el foro trataba de eso.
Hubo un momento algo extraño. Estaba yo con el ratón y en no encontraba la página de favoritos, así que puso la mano encima de la mía para decirme pero la apartó enseguida de un salto.

-Estás fría. ¿Quieres una chaqueta?

-No, está bien. A mí me ha parecido que eras tú el que estaba ardiendo.

Era la primera vez que tocaba a alguien desde que me salieron las alas. Era agradable…y desagradable.

Decidimos no darle importancia.

Me percaté, en aquel pequeño silencio, que el viento había cesado. Miré por la ventana.

-Ya no hay viento- dije, aunque todavía nevaba.

El chico miró el temporal con aire crítico.

-No pensaba marcharme- continué- Pero, hace tiempo que no hay tanta nieve, podíamos salir y disfrutarla, ahora que está bien cuajada.

-¡Tienes razón! Vamos- dijo sonriendo.

Salimos fuera. Inmediatamente una bola de nieve aterrizó en mi cabeza. El responsable miró a todos lados como si no hubiese sido él. Toma bola que le lancé en toda la cara, con sorprendente puntería.

-Qué arte tengo. Casi te la tragas.

Así nos pasamos tirándonos bolas donde más duela, mejor. Y riéndonos como niños.

-¿Hacemos un muñeco?- dijo.

-Vale, muy clásico. Pero te he ganado.

-¿Qué dices? Pero si estás empapada. Oye… ¿has hecho las bolas sin guantes?- dijo mirando mis manos cubiertas de escarcha.

Me encogí de hombros.

Terminamos el muñeco algo después.
-Está algo fofo- dijo el chico
-Y chuchurrío. Mola
-Sí

Se levantó el viento otra vez algo después. Tuve una sensación rara, como de que algo se acercaba. Algo ¿malo? Temí porque el viento levantara mi capa así que sugerí entrar. Entramos. Klever entró en la cocina y salió después con dos tazas humeantes. Enfrié la mía con las manos y soplando, y bebimos. Momentos más tarde, estábamos dormidos. La magia innegable de la leche. Aunque no pude dormir tranquila, había algo, se acercaba, era…peligroso.



Esta entrada es para JustLau, la primera persona en comentarme y en seguirme ¡qué iluuuu! :3 

"Vivo un sueño del que sólo despertaré cuando me duerma"
GRACIAS POR VENIR!! VUELVE PRONTO!! =) =)-----------