Hay dos historias en este blog :3

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Cap 3. Alas libres y Klever (II)

Era invierno y la noche llegaba antes. La gente iba muy abrigada, y yo, sin embargo, no me percaté ni me molesté por el frío. Al día siguiente esperaba abandonar la ciudad y entrar en terreno más discreto. Siguiendo el mapa y pasando por calles y callejones, cayó una noche sin estrellas sobre los altos edificios.

Seguí andando toda la noche, sin ver ningún lugar apacible para dormir. Al amanecer ya atravesaba un pueblo a las afueras de la ciudad, mucho más tranquilo y cauto. Estaba cansada y dormí al raso, en la hierba algo embarrada entre árboles y rocas que me ocultaban.

Me desperté al atardecer. Pasé por un terreno rocoso y despoblado, y anocheció. No tenía sueño. No había nadie. Volando, iría más rápido. Me subí a una roca de un metro de alto por un lado más bajo y salté al vacío. Caí, presa de una especie de miedo escénico. Volví a subir a la roca y observé el cielo, ahora estrellado. Salté y abrí las alas, las batí dejándome fundir con la oscuridad de la noche. Me di cuenta de que mis pies se elevaban y estuve a punto de caer otra vez, pero me recompuse. Disfruté de la sensación de volar y de planear, de caer en picado y alzarte antes de tocar el suelo, de hacer piruetas y de dejarte llevar.

Ya no había límites, podía cruzar las montañas y los ríos, me sentía libre. Viajé durante toda la noche. Me elevé alto, y la oscuridad ocultó mis alas plateadas. El paisaje era desierto, frío y oscuro, y aún así, desde aquella perspectiva, lo encontré acogedor. Decidí viajar de noche y dormir de día.

Tal vez tardaba en acostumbrarme, pero de noche sólo me observaban los animales silvestres y las calles lejanas de los pueblos poco poblados incluso de día. Así, podía volar, y además de que era más rápido que andar, era más guay. Así pasaron cuatro días, durmiendo de día y disfrutando el sueño de una niña pequeña por la noche. Los recursos de la bandolera se agotaban…

Y después de volar por primera vez, en el próximo capítulo conoceremos a alguien…(ya está, no digo más) Ah, sí, comentar es vivir y regalar también ^^ (si estos foto-montajes que se hacen con el photoshop, paint o Microsoft picture it)

El sol apareció detrás de una cordillera lejana que estaba más cerca de lo que había pensado, así que el viaje iba bien. Estaba al quinto día de viaje, más o menos, y, como ya amanecía, mi día se acababa. Estaba cansada, ya me había acostumbrado medianamente a dormir con claridad. Sobrevolaba un gran bosque y el sol me pilló desprevenida, así que tuve que descender para dormir allí, aunque no me gustasen demasiado los bosques tan densos como aquel. Aterricé en  un pequeño claro, y encontré unas rocas que podían servirme de escondite y darme sombra. Me cubrí y me acomodé bien la capa sobre las alas plegadas, y cerré los ojos.
Poco después me despertó una exclamación ahogada. Dormía boca abajo, me alcé sobre las palmas de las manos y me deslumbró la luz de las horas cercanas al mediodía, ya que mi cabeza se había deslizado fuera de la sombra de la roca.

-¿¡Qué…?!-exclamé.
Mis ojos se adaptaron para ver a una silueta sorprendida ante mí. Me recorrió una corriente fría por el cuerpo y abrí los ojos de golpe. No podía ser. Giré la cabeza hacia mi espalda, esperando ver las alas por las que se había sorprendido el visitante. Pero no, las alas seguían cubiertas por la capa azul, cuyos bordes estaban amarrados por el peso de mi cuerpo. Suspiré, aliviada, y mi rostro debió tomar una expresión de confusión.

-Lo-lo siento-se apresuró a aclarar la silueta, que resultó ser un muchacho de mi edad, de pelo castaño, liso y desaliñado, por debajo de las orejas, no muy moreno y pecoso, con flequillo irregular y liso, y ojos de un color en los que en ése momento no reparé, per que eran verdes- pensé que estabas muerta-vio que no respondía-Cómo te vi ahí, tirada sobre la maleza, con el frío que hace y por aquí que no pasa nadie.

-No-dije yo tras unos momentos- Dormía

-Ah, ¿No es un poco incómodo?

-Un poco-Me intenté incorporar y me dolía un poco el cuerpo por la mala postura, pero no por el frío ni por la incómoda roca sobre la que había dormido. Al levantarme, vi que la capa se corría y me apresuré a tapar aquel pequeño destello plateado.
El chico no pareció notarlo, estaba dudando, sobre algo…

-Hace un frío tremendo- él iba muy abrigado, yo no, pero no noté la rasca- y parece que dentro de poco nevará- miró al cielo. Miré yo también, y tuve que reconocerlo- Se supone que estaría mal que te dejase dormir sobre las rocas mientras te congelas bajo la nieve cuando tengo una casa apacible a poco de aquí.

-Emm, sí, supongo que sí- me froté los ojos y vi una casita de madera que se mezclaba con el entorno. Maldita sea, ¿cómo no la había visto antes? El muchacho me miraba esperando respuesta- Vale. Gracias

Si sus padres eran tan hospitalarios como el chico, ese día dormiría en una cómoda cama, cosa que ni hacía ni haría todos los días. Me levanté y él me guió hacia la casita.

-¿Cómo te llamas?- Me preguntó
-Adriana- respondí, y tras una pausa, añadí- ¿y tú?
-Klever
-Ah, ¿de dónde es?
-Alemán
-¿Tus padres son alemanes?
-No. Es que les gustan los nombres raros.
Reí. Abrió la puerta de la casa.
El interior no era tan acorde con el bosquecito que lo rodeaba como la fachada.
-Las habitaciones son ésas-dijo señalando tres puertas , la de la izquierda es la de invitados.
Me dirigí hacia la mencionada, tomándome por una invitada..
-Captado
-Eeee… ¿vas a dormir de día?
-Sí-respondí- ¿Puedes despertarme cuando anochezca?
-Claro-dijo extrañado- ¿No serás un vampiro o algo así?-Preguntó, guasón
-Me has pillado, te pasa por invitar a tu casa a desconocidas- Respondí, sin darle las explicaciones que quería.
Sonrió, y entré en la habitación, cerrando la puerta. Estaba a agotada, pero estando en una casa, después de dormir pensaba usar un baño limpio, asearme con jabón o algo, que algo de falta me hacía. Me tumbé en la cama, quitándome los zapatos, tal vez la manchaba de tierra, pero quería descansar, tenía el cuerpo molido de volar incansablemente y luego dormir malamente al raso. Dormí plácidamente.

Me desperté más tarde, por un “tic, tic, tic”. Busqué la procedencia y vi la ventana entreabierta que se abría y cerraba. La cerré, había una fuerte ventisca y nevaba, el viento soplaba con furia, pareciendo querer romper las ramas de los árboles. Os parecería extraño, pero era el tiempo que había por allí, frío estremecedor en invierno, cielos encapotados y vientos que parecían vivos, y en verano sol, pero también frío. También os parecería extraño, pero a mí todo eso me parecía acogedor, y sabía disfrutar de ello por mucho que los turistas se quejasen.

Estaba cansada y quería seguir durmiendo en ésa cama tan cómoda, pero ya era de noche ¿por qué Kleber no me habría despertado? Salí de la habitación. Encontré a Kleber durmiendo en el sofá como si se hubiese caído de un quinto. Sonreí, le dejé dormir, pero no me iba a privar del baño, y si de paso cogía algunas provisiones de la nevera… ¿¡Qué!? Seguramente no lo volvería a ver ¿Qué pasaba por que al irme se diese cuenta de que le faltaban un par de yogures y embutido?

Fui al baño, en el piso de arriba. Me duché, me lavé los dientes (había traído mi cepillo no penséis), y estuve un buen rato deshaciéndome las trenzas totalmente despeinadas para volverlas a hacer después de haber estado media hora para quitarme los nudos que habían convertido mi mata de pelo normalmente rebelde, indomable y con un toque de afro en una selva digna de rapar.

Me miré al espejo, después de haberme duchado y haberme librado todo el polvo y la tierra que me habían cubierto. Mi pelo era castaño, pero de un color que nadie compraría en una tienda de tintes, que no se vendería ni gratis. Mi pelo estaba siempre encrespado, no era ni rizado, ni liso, ni ondulado, si no con un volumen desmesurado pero sin llegar a tener bucles ni nada. Eso si que era un pelo happy, y no el del anuncio, ese sí que hacía lo que le daba la gana. Con las trenzas lo dominaba, y quedaba ahí, atrapado y enredado en sí mismo.

Mis ojos tampoco entusiasmaban mucho. Dicen que son la ventana del alma, esperaba que no lo dijeran en serio. Mis iris eran de color marrón oscuro y liso, simples y fácilmente ignorables. Siempre había pensado que era fea, de estatura media, no podía destacar en nada. Pero desplegué las alas y sonreí para mí. Inundaron de luz el baño y ante el espejo me hicieron parecer majestuosa, como las águilas.
Está mal que yo lo diga pero ¿y qué? ¿No puedo disfrutar de la vanidad de la que no había probado en toda mi vida? Estaba segura de que las alas estaban ahí para algo más importante que para adornar, pero era otra de sus ventajas.

Bajé sujetándome la toalla por encima del pecho ¡Maldita sea! Si Kleber se despertaba me vería las alas, cómo pude ser tan inconsciente y no subí la capa al baño. Pasé por el salón de puntillas y entré en la habitación. Suspiré y me vestí, y cuando me iba a poner la capa y la bandolera (y pasarme por la cocina antes de marcharme) la puerta se abrió, dejando una rendija de luz (artificial, bombilla) caer sobre mis desnudas alas plateadas.

Wow esta es larga ¿eh? Bueno podéis comentar y lanzarme tomates, lechugas o tartas de fresa, (insultos no, si no te gusta hasta ese punto no la leas)  o podéis no hacerlo, no tengo naaaada en contra de los fantasmillas. Le dedico la entrada a Rosalía, la hermana de Silvia, a ver si se decide como su hermana a poner el pie en éste blog.

2 comentarios:

Laura Marrero at: 23 de octubre de 2011, 10:11 dijo...

¡Dios! Me encanta, tienes que seguirlo, que me quedé con la curiosidad :$ Vi este blog por el foro de laura haha es precioso, te sigo ;)

cutre at: 23 de octubre de 2011, 13:26 dijo...

Oooooohh muchas muchas gracias lo continuaré enseguida :) :) Gracias, que ilusión ;)

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"Vivo un sueño del que sólo despertaré cuando me duerma"
GRACIAS POR VENIR!! VUELVE PRONTO!! =) =)-----------